No hay duda: la adicción al trabajo se ha
incrementado debido a la competencia en el mercado laboral y el deseo de
obtener poder y mayor remuneración económica, a pesar de que ello afecta el
bienestar físico y mental de quienes sufren este problema.
En los últimos años la cultura empresarial
ha promovido, sutilmente, conductas adictivas hacia el trabajo, lo cual se
refleja en el establecimiento de ciertos estímulos, como oportunidad de
desarrollo, prestaciones superiores a las de la ley e incremento en la
compensación económica. Las personas ven en ello la posibilidad de progresar,
tener éxito y alcanzar mejor nivel de vida; no obstante, dejarse seducir sin
límites por este mundo maravilloso tiene precio: vivir para trabajar.
“Quienes se entregan por completo a sus
actividades laborales y son dependientes de las mismas necesitan estar metidos
en su oficina para sentir tranquilidad y seguridad. Suelen cumplir jornadas de
trabajo mayores a 12 horas y no pueden dejar nada pendiente porque les genera
angustia”, comenta el Dr. José de Jesús González Núñez, quien se desempeña como
director del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, ubicado
en la Ciudad de México.
Cabe destacar que el problema que nos
ocupa también es promovido por la sociedad, familia, amigos y nosotros mismos,
pues desde temprana edad se nos enseña que ser una persona trabajadora es una
gran virtud. En efecto, es un privilegio lograr desarrollo laboral, intelectual
y económico dentro de nuestra área profesional, pero todo se torna caótico
cuando el trabajo va más allá de ganarse la vida o realizarse, y se convierte
en adicción capaz de ocasionar problemas físicos, personales, familiares y,
paradójicamente, hasta laborales.
A la alza
Aunque no contamos con registros oficiales, los especialistas en Psicología y Medicina del Trabajo estiman que la cantidad de workahólicos o adictos al trabajo se sitúa entre 1 y 7%. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de las poco más de 440 mil muertes ocurridas en 1997, las debidas a infarto (muerte de tejido en corazón o cerebro por falta de suministro de sangre) fueron 42 mil, siendo la obsesión por el trabajo uno de los detonantes.
Aunque no contamos con registros oficiales, los especialistas en Psicología y Medicina del Trabajo estiman que la cantidad de workahólicos o adictos al trabajo se sitúa entre 1 y 7%. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de las poco más de 440 mil muertes ocurridas en 1997, las debidas a infarto (muerte de tejido en corazón o cerebro por falta de suministro de sangre) fueron 42 mil, siendo la obsesión por el trabajo uno de los detonantes.
Según el entrevistado, en México el
problema se incrementa debido a factores como el hecho de vivir en lugar
alejado del área de trabajo, pues ello impide, por ejemplo, regresar a casa a
comer, lo que a su vez obliga al personal a tomar sus alimentos en la oficina
mientras sigue laborando.
Puntualiza el experto: “En estas
condiciones, la persona realiza sus actividades en forma automática y,
gradualmente, reduce tiempos destinados a otras cosas, como comer. A esto se suma
el problema de inseguridad, ya que la gente llega a sentir temor de salir a la
calle y prefiere quedarse encerrada en el centro de trabajo”.
Por si fuera poco, la carencia de valores
ideológicos, políticos, intelectuales y sociales favorece esta situación, en el
sentido de que el individuo considera que la única alternativa que tiene en la
vida es dedicarse a su trabajo, sin depender de nadie, cuando en realidad no es
así. “En consecuencia, la persona se aísla, se vuelve narcisista y se siente
autosuficiente, al mismo tiempo que sufre depresión, ansiedad, estrés y
diversas enfermedades psicosomáticas (aquellas de origen mental y emocional,
pero que se manifiestan en el organismo)”.
Dependencia existente
El trabajo resulta gratificante para un workahólico o trabajólico, toda vez que le hace sentirse indispensable y querido. “De manera inconsciente, es como si quisiera sentir el afecto de los padres, el cual, en este ámbito, se traslada a los jefes o empleados, según sea el caso”, explica el Dr. González Núñez.
El trabajo resulta gratificante para un workahólico o trabajólico, toda vez que le hace sentirse indispensable y querido. “De manera inconsciente, es como si quisiera sentir el afecto de los padres, el cual, en este ámbito, se traslada a los jefes o empleados, según sea el caso”, explica el Dr. González Núñez.
Tal dependencia responde a la relación
mantenida desde edad temprana con los progenitores, ya sea que el vínculo haya
sido demasiado estrecho o, si no lo tuvo, siempre lo haya deseado. Así, a
través de esta conducta intenta encontrar cariño y amor filial en las personas
que le rodean.
“Por tanto, en su centro laboral comienza
a ver las actividades como satisfactores fundamentales y sus metas se centran
en ser admirado y querido, tener poder y dinero, dominar y no dejarse someter.
Sin embargo, tales motivaciones se convierten en conducta neurótica pues,
aunque pase el tiempo y vea cumplidos sus objetivos, no se siente bien”, indica
el especialista.
El proceso avanza en forma paulatina,
hasta que la persona cae en especie de red y pareciera adquirir “motor
autónomo” dentro de su personalidad, el cual se insubordina y le domina. Por
tanto, se ve impedido de estar con su familia, hijos y amigos, o dedicar tiempo
para sí mismo.
¿Soy workahólico?
Cuando alguna sustancia, actividad o conducta se vuelve trascendental en la vida, genera la convicción de que es imposible vivir sin ella y motiva el descuido de otras facetas, se puede hablar claramente de una adicción. Para mucha gente el lugar de trabajo, empleo y empresas son el centro de su vida, por lo que empieza a perder contacto con otros ámbitos y abandona, gradualmente, lo que sabe, siente y cree.
Cuando alguna sustancia, actividad o conducta se vuelve trascendental en la vida, genera la convicción de que es imposible vivir sin ella y motiva el descuido de otras facetas, se puede hablar claramente de una adicción. Para mucha gente el lugar de trabajo, empleo y empresas son el centro de su vida, por lo que empieza a perder contacto con otros ámbitos y abandona, gradualmente, lo que sabe, siente y cree.
De acuerdo con los lineamientos de Workaholics Anonymous (adictos al trabajo anónimos), existen
ciertos indicadores que permiten saber si una persona sufre este problema:
·
El trabajo constituye el centro de su vida y sólo
desea hablar de él, amén de que le dedica más de 40 horas a la semana.
·
Lleva trabajo a casa en forma rutinaria y se molesta
con la familia cuando le sugiere realizar otro tipo de actividades.
·
Experimenta angustia constante de perder el empleo si
no le dedica “suficiente tiempo”.
·
Realiza varias cosas a la vez para “optimizar el
tiempo”, como dar indicaciones, consultar la computadora y atender personas.
·
Piensa en el trabajo durante los momentos de
esparcimiento, como reuniones familiares y fiestas con amigos, o al acudir al
cine, museo y centros deportivos.
·
Escribe, lee o dicta sobre las situaciones laborales
durante las horas de comida.
·
Duerme con una libreta bajo la almohada, “por si a
media noche se le ocurre alguna idea brillante”.
·
Considera como propia la problemática de toda la
oficina o empresa donde trabaja.
·
Busca afanosamente éxito, prestigio, consideración,
popularidad y poder, aunque para ello tenga que empeñar su tiempo y tranquilidad.
·
Manifiesta baja tolerancia a la frustración,
agresividad innecesaria y gran desaliento ante los fracasos.
·
Piensa que el dinero resuelve todos los problemas,
incluso los de convivencia familiar, que requieren tiempo y amor.
“En principio, la dependencia puede ser
tranquilizadora, pero en el fondo es angustiante porque se reduce el ambiente
social debido a carencia de tiempo para enriquecer relaciones interpersonales;
asimismo, no se dedican espacios para compartir con los seres queridos”,
comenta el Dr. González Núñez.
Para quienes son dependientes del trabajo,
considerar que hay tiempo para cada cosa, como reír, divertirse o descansar,
puede resultar un “atentado”, ya que todos sus afanes están destinados al mundo
laboral. Por si fuera poco, suelen incrementar (la mayoría de las veces sin
necesidad) su jornada laboral y actividades, y si el tiempo en la oficina o
empresa no les alcanza, lo toman del que dedicaban para dormir, convivir con
amigos, atender a la pareja o educar a los hijos.
Cabe destacar que, en la mayoría de los
casos, dicha adicción se acompaña de otras dependencias. Hay quienes fuman y
toman café de manera compulsiva y/o consumen estimulantes para aumentar la
capacidad laboral y mantenerse activos, o para conciliar el sueño.
¿Es enfermedad?
La adicción al trabajo es un fenómeno que comenzó a estudiarse hace relativamente poco. Así, aunque el llamado workahólico ha existido siempre, fue a partir de la década de 1980 que comenzó a ser catalogado como enfermo, debido a las repercusiones de su conducta en la vida personal y, por supuesto, la salud.
La adicción al trabajo es un fenómeno que comenzó a estudiarse hace relativamente poco. Así, aunque el llamado workahólico ha existido siempre, fue a partir de la década de 1980 que comenzó a ser catalogado como enfermo, debido a las repercusiones de su conducta en la vida personal y, por supuesto, la salud.
La Dra. estadounidense Barbara Killinger
indica en su libro La adicción al trabajo que este problema, al
igual que las demás dependencias, supone alejamiento del mundo real. Esto
significa que la persona se siente estimulada y relajada durante ese periodo;
escapa de situaciones que no sabe controlar y se refugia en su adicción para
seguir adelante, ya que enfrentarse a la realidad le resulta muy cruel; por
esta razón, generalmente utiliza el trabajo para esconder, negar y escapar de
problemas personales.
La consecuencia es que se presenta
creciente compulsión por trabajar, dentro de la cual hay que aumentar “la
dosis” (horas de trabajo diarias) continuamente. Ello tiene la intención de
obtener el mismo efecto estimulante de la actividad sobre el estado de ánimo,
pero el resultado es muy distinto, ya que la vida de la persona afectada se
torna cada vez más difícil de manejar.
“El organismo también pasa una factura muy
cara, pues surgen enfermedades que afectan sistemas y órganos donde el estrés,
el miedo y la angustia hacen estragos, como estómago, corazón y piel. Así, no
es extraño que la persona se vea afectada por gastritis y úlcera (inflamación y
aparición de lesiones en el estómago, respectivamente), infarto, presión
arterial elevada o dermatitis nerviosa (enrojecimiento de la piel y granos),
padecimientos que provocan otros problemas, como dolor de cabeza, ceguera
pasajera, parálisis y ardor en la piel, entre otros”, advierte el Dr. González
Núñez.
En estos casos se recomienda terapia
psicológica, la cual puede ayudar a rehacer y equilibrar la vida.
Lamentablemente, este proceso puede resultar doloroso y difícil, pero al
superar el problema es posible autorrealizarse y seguir libremente la vida en plenitud.
Así lo establece un trabajo publicado por el Departamento de Psicología
Evolutiva, Educativa, Social y Metodología de la Universidad Jaime, de
Castellón, España.
“En nuestra vida, generalmente, debe haber
equilibrio entre lo laboral, emocional, mental, familiar y social. Por tanto,
es necesario que la persona adicta al trabajo reflexione y se vuelva consciente
de que está desperdiciando su vida, además de que debe expresar a sus seres
queridos cuáles son sus angustias y problemas. En este contexto es de gran
valor la psicoterapia, ya que ayuda a concientizar problemas, hablarlos y
resolverlos”, puntualiza el especialista.
Si se ha identificado con alguna o varias
de las características mencionadas, propias de un workahólico, es tiempo de reflexionar y valorar el verdadero
sentido de su vida. Retome e incremente las actividades recreativas, pues le
permitirán despejarse y olvidar por momentos el trabajo, antes de que éste se
adueñe de su ser.